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LA AVENTURA EN EL TABLE DANCE


Debía de pagar mi colegiatura a la semana siguiente y no tenía ni un centavo, me había gastado el dinero, ¿que hacer?... En ese entonces le había perdido la pista a Mariano y mis tías seguían con su cantaleta y de piruja no me bajaban, pero ya me valía. Me encontré con Mónica y cuando le comenté mi tragedia, me dijo:

Cabrona, andas sin lana porque quieres; pues con ese culote y esas tetas… -

No te entiendo-, dije intrigada.

No te hagas pendeja, bien sabes a que me refiero. Muchas putas darían lo que no tienen con tal de tener ese tremendo culo que te cargas y con esa boquita de mamadora, nada más te hace falta tu chicle, cabrona… -

Aclárame las cosas porque non capisco… -

Ya viste el Men’s Club que abrieron en donde se cruzan las dos avenidas, ¿no?... –




¿El cabaretucho ese que dice Chocolate?... –

Ese… Están solicitando chavas buenotas y bien podrías ir tú… Yo ni soñarlo, parezco tabla de planchar con lo plana que estoy, pero tú, con ese culote-, dijo dándome una nalgada, - los volverías locos… -

No sé, ya ves como son mis tías… Además, se me hace que es un lugar para puros nacos… -

¡Qué te pasa!, según el Paco (un amigo en común), llegan puras nenas de tacón dorado… Deberías aprovechar, coges y sales con lana… Dile a tus tías que te quedas en mi casa y listo… ¿Vas a ir?... –

¡Ay no sé!, me da miedo… -



 

 Que no solo te sirvan para que te sientes, sácales provecho… -, dijo dándome otra fuerte nalgada.

Creo que tienes razón, además, no me queda de otra… -

¡Qué pinches agasajadotas se van a dar con tus nalgas, cabrona!-, dijo mi amiga y me volvió a nalguear.

En la semana me di mis vueltas por el lugar, tanteando el terreno, y efectivamente, ahí estaba el letrero donde solicitaban chicas para Table Dance; y cuando vi que un mozo estaba lavando el lugar, entré preguntando por el dueño. Me señaló al encargado quién me dijo:

Claro chaparrita-, me dijo sin quitar la mirada lasciva de mis tetas y de mis nalgas, que modestia aparte, tengo muy buenas nalgas con las que me dotó la naturaleza. -Pagamos 200 pesos por bailar los turnos que te toquen y por cada boleto que hagas son 100… Las copas que consumas, no las pagamos, así que si quieres tomar con los clientes, es por tu cuenta… -, agregó él.

Nos pusimos de acuerdo y quedé de regresar el viernes, con la intención de ganarme unos cuantos pesos. El día de la cita, me puse un pantalón muy apretado y corto de la cintura, mis calzoncitos más sexys, (si al blanco se le puede llamar sexy), una playera sin brasier y llegué a las siete de la noche.

El encargado me reconoció y me dijo:

Bienvenida, cámbiate allá en el fondo… -


 
las nueve de la noche me tocó mi turno para bailar, subí; mis pantalones de mezclilla nada tenían que hacer frente a mis compañeras que llevaban verdaderos "atuendos" para esa noche… Empecé, mi primera canción fue interpretada por Police, simplemente bailé… En la segunda canción debía de desnudarme, y me pusieron a Michael Jackson. Tomé mi blusa y me la quité, mis tetas al aire, se bambolearon insolentes e impúdicas, firmes y abultadas, y mis pezones erguidos, delataron mi enorme grado de excitación. Pero como había poca gente en realidad, no me dio mucha pena estarlas mostrando a todos los caballeros del salón.

Traté de quitarme el pantalón, y una mano del público me ayudó. Era un jovencito gordito que se había parado para ayudarme, me saqué el pantalón y quedé con mis pantaletas blancas. El gordito tomó mi pantalón y mi blusa y los puso en su mesa… Bailé y bailé con tan poca gente, pues casi nadie me miraba, pues muchos ya estaban agasajando. La verdad me hice "güey" y ni siquiera el calzón me quité. La música terminó y el mismo gordito me ayudó a bajar las escaleras:

Siéntate conmigo chiquita-, me dijo.

Era un joven como de 17 años o algo así, me senté y me vestí en su mesa.

¿Quieres tomar algo?... -

Las cervezas llegaron, efectivamente tenía 17 años, y era la primera vez que iba a un table; era el mes de noviembre, y por su cumpleaños su padre le había regalado 1,500 pesos y decidió írselos a gastar a ese nuevo lugar. Me tomé dos cervezas, y él tímidamente tomaba mis manos y de vez en cuando me daba un beso en las mejillas.

¿Te puedo comprar boletos para que me bailes?... Quiero acariciarte toda, tienes las nalgas más ricas del mundo; las tienes duras, grandes, abultadas, y me muero por apretártelas… -

Claro que si… -, fue mi respuesta, la intención era sacar lo máximo posible para mi colegiatura.

Compró ocho boletos, suficientes para mis gastos. Me fui al privado rojo, con cortinas que apenas alcanzaban a cubrir hacia el interior, donde había un sillón, una mesa e iluminado por poca luz. Muchas chicas estaban bailándoles a sus clientes y por lo tanto, no me inhibí. Él llegó con las cervezas, nos sentamos seguimos platicando y de vez en cuando, acariciaba mis tetas y mis piernas; hasta que sin más preámbulo, me dijo:

Nunca he cogido y quiero iniciarme contigo, ¿quieres?... -, se notaba nervioso, sudaba copiosamente, y tenía las manos muy temblorosas.

Me quité la blusa, dejando mis erguidas tetas al aire, mis pezones chiquitos ya estaban erectos; lo tomé de su cabeza y lo acerqué a mis tetas, su boca golosa acapararon mis pezones. Era poco hábil para el trabajo, me las lamía y succionaba como si nunca hubiera sido amamantado; me las mordía levemente, y de vez en cuando las succionaba fuerte, arrancándome gemidos de placer. Sus manos estaban sobre mi pantalón acariciando mi rajita y mis piernas, extendí mi mano hacia su verga, la toqué sobre su pantalón y la sentí dura; se abrió el pantalón y se los bajó, traía un bóxer negro, me agaché sobre él y empecé a jugar con mi boca en su verga, pero sobre el calzón…

Estaba rica, dura, como a mi me gustan las vergas; se la empecé a lamer y a darle pequeñas mordiditas, la metía en mi boca (con todo y calzón) y se la mordía levemente, el bóxer estaba mojadísimo de sus jugos y mi saliva; me la comía y la sentía casi tan natural como si no tuviera nada puesto; mientras sentía sus manos en mis tetas y en mi cuca. Me bajé los pantalones para permitirle acariciarme sobre mi pantaleta y empezó a acariciar mis nalgas, que recuerdas como son, ¿no?... Yo seguía con su verga en mi boca, sobre el calzón aún. Me levanté de nuevo y le dije como debía acariciar mi almeja y mis piernas, me quité la pantaleta, vio mi concha con mucha atención. Le tomé la mano y le dije como acariciarme, sentía sus manos en mi clítoris, en mis labios vaginales, y sus dedos en mi interior.


 


 Me senté nuevamente, le bajé el bóxer y vi su morena verga bien parada, estaba rica la verdad, me agaché y él, sin quitar sus manos de mis nalgas y de mi cosita, se acomodó para recibir mis mamadas. Puse mis labios carnosos sobre la cabeza de su verga, y la palpaba con mi lengua, la sentí salada, caliente, dura; se la lamí durante un buen, sacando mi lengua para envolverla con ella. Se la mamé, lamí y tallé, hasta que me dolió la mandíbula. Se la llené de saliva, abrí mi boca y empecé a comérmela, estaba rica, virgen, toda para mí… Mi cabeza bajaba y subía, mis labios aprisionaban su tallo, mis manos en sus huevos; y sentía cómo le gustaba porque me lo demostraba con sus caricias en mis nalgas y en mi concha.

Mi boca trabajaba a todo vapor, mamaba, besaba, lengüeteaba, me lo cogía con la boca, mientras mis manos seguían acariciando sus bolas, que ensalivaba de vez en cuando. De pronto me dijo:

¡Mami, me vengo!... -, lo sentí como se puso rígido, su verga se hinchó y se hizo más dura.

No lo pensé dos veces, y dispuse mi boca para recibir la caliente descarga en su totalidad, pues estaba fascinadísima saboreando esa estaca que me enloquecía. Fuertes chisguetes salieron disparados hacía el centro de mi boquita, y ávidamente los recibí esperando que nunca terminaran de manar; cuando los probé me supieron diferentes a los de las vergas que había mamado antes. Los seguí paladeando hasta que se llenó mi boca, los jugueteé con mi lengua y me sabían ricos, calientes, salados, viscosos… Los disfruté un momento dentro de mi boquita, sintiendo su sabor, sin embargo su verga seguía y seguía escupiendo pequeñas gotas, hasta que por fin dejó de venirse. Me tragué su leche y se la seguí mamando…






 

 Me comentó que era su primera eyaculación con una mujer, que me agradecía en el alma haber hecho eso que le agradó una enormidad, miré su cara y tenía los ojos cerrados y seguía sudando mucho. Dejé su macana en mi boca, la seguí acariciando con mi lengua, succionando, lengüeteándosela, mientras que ésta, siguió dura.

¡Quiero cogerte, nena!... -, me dijo.

Yo también quiero que me la metas, me tienes ardiendo-, dije, - pero antes quiero que pruebes algo exquisito… -, yo estaba súper cachonda.

Él seguía sentado en el sillón, me paré sobre el asiento y acerqué mi babeante coño a su boca.

¿Quieres que te la mame?... –

Quiero que te la comas toda-, le dije y me abrí lo más que pude en esa posición.

Metió su cara entre mis piernas, pobre, hizo lo que pudo. Al principio, me pegaba sus labios sin tener la mínima idea de cómo hacerlo, hasta que le empecé a decir.

Lámeme toda, desde mi clítoris hasta abajo, muérdeme un poquitito mis labios vaginales y pasa tu lengua por los costados de mis piernas; después me voy a dar la vuelta para que me muerdas mis nalgas que tanto te gustan… -, le dije.

Le seguí indicando que sacara la lengua, que la llenara de saliva; y así fue cómo empezó a lengüetearme de arriba abajo, llenando de saliva toda mi panocha.

¡Papito, abre la boca!... -, le dije. Él seguía sentado y yo parada en el sillón.

Entonces me monté sobre su cara y le puse mis hinchados labios vaginales justo en su boca abierta, y empecé a moverme, hacia delante, hacia atrás, restregando fuertemente mi concha sobre su boca; él entendió fácilmente como hacerlo, moviendo la boca, sus labios, su lengua, sobre mi intimidad y empezó a mamar en serio, bien, rico, cómo nunca me la habían mamado. Yo movía mi pelvis en su boca, mientras el gordito me tomaba de mis nalgas y empezó a moverme también, rico, hacia delante hacia atrás, ¡era un entendimiento perfecto!...







Empecé a pujar, a quejarme, a gritar… Los meseros y las compañeras se paraban en la entrada del privado para vernos, algunos curiosos se quedaban otros más simplemente observaban y se iban; yo golosa dejé que me siguiera cogiendo con su lengua y me vine en su boca, que ya estaba llena de mis jugos, prácticamente me vacié pues ya llevaba un buen que no tenía relaciones. Él se acomodó todavía mejor, me giró de modo que mi tremendo culo quedó en su cara, metió otra vez la cabeza entre mis piernas, buscó el orificio de mi ano y justo cuando me enterró su lengua en mi gruta, también me hundió el dedo índice hasta lo más profundo de mi culo; y ahí si me hizo gritar.

Yo berreaba como puta, mejor dicho, como perra; mientras ese muchacho acariciaba mis nalgas y mamaba mi panocha sin piedad, yo, prácticamente me senté en su cara y restregaba mi vulva contra su nariz, su boca y su barbilla; créanme, me quedo corta cuando les digo que fue, rico, rico, rico…

Querías mis nalgotas, ¿no?... Pues acábatelas son tuyas, papi… -, dije empinándome toda para ofrecerle mi culo.





Me dio una fuerte mordida en mi nalga izquierda y tuve que ingeniármelas para sostenerme cuando hundió la nariz en medio de mis pompas y con su lengua buscó mi agujerito posterior. Quería asirme a algo, pero no tenía ningún apoyo, así que terminé como las personas que cachean los policías, con las manos apoyadas en la pared, abierta de piernas y con el culo empinado. Acabé agotada de los muchos orgasmos que me arrancó. Me senté junto a él, aún jadeando; él tenía el pelo alborotado y toda la cara empapada por mis jugos, y con uno que otro pelillo arrancado de mi pubis. Siguió acariciando mis tetas y mi concha, me besó, era su primer beso de lengüita… Su boca sabía a mí y me dijo que estaba fascinado, que no se creía lo que estaba viviendo.

Durante un buen estuvimos así, compró otros boletos y me dijo:

¿Quiero cogerte?... –

¡Papito, me muero porque me la metas!… -

Su verga seguía parada como si nada, vamos que a esa edad es lo normal; se la acaricié con mis pequeñas manos y en un instante, parecía una estaca de madera, lista para las putas exigentes como yo. Entonces me senté sobre él, en cuclillas, puse su macana sobre mi concha y me la clavé de un solo sentón. Permanecí sentadota en esa rica verga que la sentía latir en mis entrañas; y poco a poco comencé el vaivén de mis caderas. Él se acostaba lo más que podía, mientras yo me movía enloquecida sobre la erecta y babeante ñonga de mi gordito.

¡Es riquísimo, es lo máximo!... -, me decía en pleno éxtasis.

Se arqueaba y me encajaba todo su garrote de un solo movimiento, la sentí dentro de mí, empecé a moverme, rico, despacito al principio, despacito, entraba y salía, yo hacía que entrara y saliera de mí, rico.

¡Estoy cogiendo, al fin te estoy cogiendo!... -, gritaba.

Los meseros viendo desde la entrada del privado, veían mis nalgas y como entraba su verga dentro de mí.

¡Muévete lento, papi, que te vas a venir!... -, pero no me entendió, unos momentos después empezó a eyacular…

Otra vez lo hizo igual, pues sentí uno, otro, otro, otro… Sus chisguetes eran interminables, ¡pero se estaba vaciando en mí, en mi interior!...

¡Es lo máximo, es mejor de lo que me imaginé!... -, vociferaba él.


Me dio un poco de pena pues teníamos mucho público detrás de nosotros. Cuando me levanté, escurrieron de mis piernas sus mocos, eran muchos, como se ve que nunca había cogido. Me senté un momento junto a él, y los mirones desaparecieron. Yo estaba súper cachonda, pues no me había venido. ¡En la madre, su verga seguía paradísima, con la cabezota súper hinchada y bien roja!... Él me miró y me dijo:

¿Podemos seguir?... Quiero cogerte hasta quedar satisfecho-, le tomé la tranca y comprobé que la tenía como si no hubiéramos hecho nada, dura y bien parada.

Se la mamé un instante, rica, sabía a sus leche y a mi bizcochito.

¡Mami, quiero cogerte!... ¡Quiero estar encima de ti!... -, me acosté en el sofá, abrí mis piernas, y él instintivamente se montó sobre mí.

Tomó su falo y la fue guiando hasta dejarla justo en la entrada de mi concha, acarició con el glande mi hinchadísimo clítoris y toda mi labia vaginal, después me dio con la punta de su lanza, varios golpecitos sobre mi clítoris. Cuando restregó la enorme cabeza de su palote sobre mi botoncito, enrosqué mis piernas a su cintura y lo atraje hacía mí, logrando que me encajara toda la verga de un solo fregadazo, hasta lo más profundo de mi cueva. Gemí al sentir el endurecido invasor y le pedí que se moviera lento, se movía como podía, sin mucho conocimiento pero con muchas ganas. Entraba dentro de mí y salía, lo dejé un momento, quería disfrutar lo más que pudiera de las limadas; ya podía presumir de maestra, ¿o no chicos?...


 
Sentía su verga entrar y salir, entrar y salir, abriendo mis pliegues y mi empapadísima raja, y mientras él me cogía, yo me acariciaba mis tetas con ambas manos. Sentía todo su peso, ya dije que era un gordito; pero por ningún motivo quería que se bajara, deseaba tenerlo así, cogiéndome una eternidad. Escuchaba su respiración y algo murmuró que no entendí, pero apresuró el movimiento. Yo seguía disfrutando y el roce de su cabeza en mi papaya, me encantó; empecé a quejarme y a decirle lo rico que me cogía, lo delicioso que me la metía. Mis gemidos y mis lamentos eran fuertes, y en la entrada del privado, otra vez los mirones. Meseros y clientes viendo como me cogían, eso me excitó más todavía; así que tomé sus nalgas y su espalda y lo movía hacia mí, él se movía igualmente, rápido, lento, rápido, lento, rico…

De repente se detuvo, me dijo:

Quiero ver tus nalgas mientras te estoy cogiendo… -, me levanté y me puse de a perrito.

El público desde la entrada aplaudió, el gordito me dijo:

Las tienes redonditas y bien duritas… Son hermosas, enormes y fenomenales; siempre quise cogerme a una nalgona como tú…-, me acarició mis ricas nalguitas con sus manos y con su verga, que me la pasó por cada nalga.

Los caballeros desde la entrada le gritaban:





¡Agárrale las nalgas, mámaselas, cómetelas!... ¡Qué nalgona esta la vieja, me cae de madres que sí!... –, decían algunos.

No les miento, varios clientes y meseros se sobaban la verga mientras veían como el gordito me empalaba. Yo volteada veía como me la metía y sentía como nuevamente se abría paso dentro de mis entrañas. Siguió como mucha cadencia, riquísimo, la metía toda y la sacaba hasta la puntita.

¡Qué rico se la come, la cabrona!... -, decían algunos mirones.

¡Claro, se ve que le encanta la verga!... -, agregaban otros.

¡Es bien puta, mira nada más como hace sufrir al chavo!... -, decían los demás.

Incluso el encargado del lugar, al ver la atención que nos prestaban los meseros y los parroquianos, trató de intervenir, pues me estaba prolongado demasiado con un solo cliente, pero cuando intentó acercarse a nosotros, los caballeros lo detuvieron, y dijeron que era un magnífico espectáculo; claro, era a mí la que le estaban metiendo la ñonga, y ellos muy quitados de la pena, solo presenciando. Los meseros agregaron que ese grupito de hombres, estaban consumiendo bastante, incluso más todavía que los que estaban en la tarima, gritando "Tubo y Pelos"… Él también se quedó a mirar y ver como la rica culona, como me decían, se tragaba toda esa verga.

A esas alturas, me sentía más que puta, así que me encaramé sobre mi gordito y me puse a cabalgarlo deliciosamente, y como esos caballeros querían ver mis ricas nalgotas, me moví rotando el culo sobre la endurecida macana y con mis propias manos me abrí las nalgas para que ellos vieran hasta donde me metían la verga y el apretado botón de mi culo. Me empecé a mover, lento, igual despacito, primero, después rápido; llené mi mano de saliva y bajé a acariciar sus huevos del gordo, me movía, lo acariciaba de sus huevos y me masajeaba el ano, clavándome un dedito; mientras sus manos seguían apretando mis nalgas, en una sinfonía obscena de lujuria.

Así estuvimos hasta que el gordito gritó:

¡Me vengo!...-

¡Espera!... -, le dije, - quiero me llenas las nalgas de tus mocos… -, me la sacó, me acomodé de a perrito y empezó nuevamente a empalarme por la concha.

Su verga seguía bien parada, y temí que eyaculara antes de que me diera por el culo, como le gritaba el público, así que con todo el dolor de mi alma, le di un fuerte apretón en los huevos para que pudiera seguirme cogiendo de a perrito. Me reclamó mi actitud, pero le expliqué porque lo había hecho.

Gracias por darme tu primera vez -, le dije, - ahora quiero que me cojas por el culo… -

Los mirones aplaudieron, y así sentado le dije que me lo chupara. Abrió con sus manos mis redondas nalgas y metió su boca entre mis pompas, con su lengua picoteaba mi anillito llenándolo de saliva, como le había indicado; con sus dedos jugaba con mi panocha. Su naturaleza caliente le decía como, y de verdad que poco le enseñaba yo, metía su lengua en mi chiquito y me di cuenta que iba en serio, que iba a entrar en mi ano. Apartó mi nalga para tener mejor acceso y le dije que me metiera un dedo, lo hizo y sentí después de mucho tiempo algo dentro de mi culo. Mi amiga Mona siempre ha querido que se la enculen, pues alguien le dijo que con eso se le ensancharían las caderas y se le abultarían las nalgas, yo no sé si sea cierto, pero la verdad que con lo nalgona que soy, no sé como me pondría si siguen enculándome.

Metió su segundo dedo, y no entendía como cabían fácilmente dentro de mí, a pesar de que no me habían enculado, tanto como hubiese deseado, pues siempre andaba con el temor de mis tías. Se hincó detrás de mí, tomó su verga y la encaminó hacía mi agujerito, llena de mis jugos y de sus mocos; acomodó en mi chiquito su cabeza caliente ñonga, con vida propia y le dije:

Yo me la meto… -




Me empecé a hacer hacia atrás, mis nalgotas se movieron apenas un poco, la cabeza entró apenas la mitad; sentí como me abría, sentí como presionaba para entrar. Le di un tiempo, nuevamente empujé mis nalgas, así fue como entró la cabeza de la verga, me empecé a mover, con la pura cabezota dentro de mi culo. Sabía que me iba a doler mucho, pero armándome de valor, me di un gran empujón y me entró toda, la sentí, sentí como mis nalgas chocaban con sus pelitos y en sus huevos; la dejé así un momento, me dolía muchísimo, sentí como abrió todo mi culo, mientras el público gritaba, se exasperaba; todos gritaban y animaban al gordito, quién empezó a moverse más rápido, más rico.

Me tomó de mis nalgas y me hizo hacia él, estaba hecho un experto, valió la pena haberme pasado casi todo mi turno con él. Me lo hacía rico, salvaje, inexperto, pasional, caliente, y se movía, se movía, mientras acariciaba mis nalgas, mis tetas de vez en cuando metía su mano hacia mi cuevita y la acariciaba rico. Cuando me dijo que se quería venir, le dije que no, que quería tener un poco más su fierro en mi culito.


Me voy a sentar sobre ti, pero no me la saques… -, le dije.

Él me tomó de la cintura y se sentó, yo sobre él, sintiendo la verga dentro de mí me empecé a mover, sus manos en mis tetas, el público de frente, gritaba y gritaba; uno de los meseros se acercó hacia nosotros con su verga de fuera, el gordito le gritó que se alejara, el mesero se hizo hacia atrás nuevamente, yo moviéndome, le dije al gordo:

Déjalos que se vengan en mis tetas… -, mi gordito permaneció callado.

Uno de los clientes también se acercó y sin tocarme puso su verga frente a mis tetas, mientras apresuraba el paso para venirse, yo con mi culo lleno de verga me movía riquísimo. Vi como el mesero se empezó a venir, poca leche en realidad, vi como cayeron en mis tetas, se guardó la verga y se retiró; el cliente se hizo para adelante, tenía una verga descomunal, enorme y ancha, se masturbaba con las dos manos; se paró frente a mí, cerca de mis tetas, contuve mis ganas de mamárselas pues no sabía lo que pasaría si la acariciaba, mejor seguí cogiendo con mi cliente. Me paraba y me sentaba sobre la verga del gordito, y este me la metía y me la sacaba, sus gemidos eran descomunales pues decía que se la apretaba mucho, y era verdad, pues con mi culo le di muy buenos apretones.




El cliente explotó en mis tetas, se vino en serio, inmediatamente otro de sus amigos lo empujó y terminó también en mis tetas; la leche escurría por mis tetas, confundiéndose unos con otros. Dos clientes más quisieron acercarse, pero al último se desistieron. El gordito empezó a venirse, sentí su verga y sus gritos, nuevamente la lluvia de esperma. ¡Qué ricura!, todos los jóvenes siempre están llenos de semen. Me quedé sentada en su verga, y me limpié la leche que escurría de mis tetas y que habían impregnado mi estómago y mi ombligo.
Un cliente se acercó y me dijo que lo dejara ver mis nalgas y mi hoyito, el gordito me tomó de la cintura y me puso de a perrito, sentí como uno de ellos acariciaba mis nalgas, y me metía un dedo en el culo; pero como me ardía, le retiré la mano; el cliente me dio una nalgada y se retiró. Uno de los meseros me trajo una toalla húmeda, y el gordo me limpió cada centímetro de mi cuerpo. Me quedé sentada con él, nos estuvimos besándonos y acariciándonos un buen rato, el encargado pasó a decirme que me tocaba bailar, pero algo vio que no insistió.











Mi gordito me dijo que si quería me llevaría a mi a casa, en el trayecto hacía la casa de Mónica fuimos callados, me dejó a varias cuadras, pues no quería comprometer a mi amiga. Nos despedimos con un largo beso y mil agradecimientos de su parte. Me pidió mi nombre, mi teléfono, mi dirección, todo se lo di falso por supuesto.












Al día siguiente en la caja de la Preparatoria, pagué mi adeudo, gracias a que me animé a ser teibolera.






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